SUBLIMIDAD
Hay una palabra que no solo me inspira: me guía.
Una palabra que no grita, pero resuena.
Que no presume, pero transforma.
Esa palabra es sublimidad.
La elijo porque no me basta con lo bonito, con lo funcional, con lo que se espera.
La elijo porque en un mundo que corre, que acumula, que imita…
yo quiero elevar.
Hacer arte del día a día.
Del silencio, de la pausa, de una conversación sincera.
Del vestirse con intención.
Del hablar desde dentro.
Del crear algo que no solo se vea, sino que se sienta.
Sublimidad es vivir con profundidad.
Es buscar lo que toca el alma, no solo lo que adorna la superficie.
Es encarnar lo esencial.
Y dejar que todo lo que hago, lo que digo, lo que comparto…
nazca desde ahí.
No es perfección.
Es presencia.
No es exceso.
Es significado.
Elijo la sublimidad porque creo que la vida no está hecha solo para ser vivida…
sino para ser elevada.
Y cada vez que elegimos lo auténtico, lo bello, lo verdadero…
algo en nosotros asciende.
Y eso… es libertad.